Si hay una celebración importante en la vida católica después del bautizo y las nupcias, esa es la primera eucaristía. Es un evento solemne e ilusionante para padres e hijos, pero requiere un gasto considerable. El precio medio del traje o vestido, por ejemplo, puede alcanzar los cuatro dígitos. De ahí que la búsqueda de ofertas en tienda de trajes de comunión para niñas sea desalentador para los clientes con presupuestos ajustados.
Como alternativa, el alquiler de ropa es una opción cada vez más popular en el sector de las bodas y primeras comuniones. Cada vez más boutiques ofrecen esta solución para llegar a más consumidores. Aunque no permite a priori tener el vestido en propiedad, presenta otros beneficios interesantes.
En primer término, alquilar un vestido o traje de comunión permite economizar una de las partidas de gasto más cuantiosas en el presupuesto de este tipo de celebraciones. Incluso de segunda mano, estos productos alcanzan precios elevados. Cuando además pertenecen a marcas de prestigio, se cotizan por encima de las posibilidades del usuario promedio.
Más allá del ahorro económico, decantarse por vestidos de alquiler es una decisión positiva para el medioambiente. La producción de telas y prendas tiene un impacto sobre los recursos naturales, y su reutilización es una forma sencilla de combatir este problema.
Como en el resto de sectores, las firmas low cost conviven con otras más selectas e inaccesibles para el consumidor medio. Esta barrera económica desaparece gracias al alquiler. Así, probar las primeras marcas del mundo de la moda es posible sin grandes desembolsos. La mayoría de boutiques ofrecen la posibilidad de comprar el traje o vestido al finalizar el servicio.
No obstante, la tienda arrendadora suele aplicar un recargo si el cliente devuelve la prenda fuera de plazo o con desperfectos. Debe extremarse el cuidado para evitar incurrir en este sobrecoste.